Frases de Almudena Grandes

Una de las mejores escritoras de nuestro país es Almudena Grandes. En la actualidad hay grandes libros escritos por ella en prosa. Si todavía no has tenido la oportunidad de leer sus libros, te invitamos a hacerlo porque su prosa destaca por su gran elegancia, de aquí que sea una de las más conocidas en la actualidad.

Pero hoy no estamos aquí para hablar de sus libros, sino de sus frases. La escritora cuenta con frases muy famosas, las cuales suelen destacar por su gran sensibilidad. Esas frases se pueden usar en ocasiones importantes del día a día, por lo que merece la pena conocerlas y quedarse con las importantes. Pueden ser de gran utilidad.

Listado de las mejores frases de Almudena Grandes

Para que puedas usar las mejores frases de Almudena Grandes cuando lo veas conveniente, vamos a mostrarte algunas de las mejores. Seguro que te llamarán la atención y algunas pasarán a formar parte de tu día a día.

  • Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, ¿Sabes? Pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla.
  • Sólo una historia española, de esas que lo echan todo a perder.
  • Aún no son cadáveres y están muertos de miedo…
  • Ese olor tan triste, a musgo y tierra mojada, que perfuma los edificios en construcción.
  • Pasaron muchas cosas aquella noche, palabras, gestos, silencios que recordaría toda su vida.
  • El mismo amor que nos hacía leales, que nos hacía mejores, lo estaba echando todo a perder.
  • Y mi repentina belleza no era sino la huella más profunda de su mirada.
  • Luego alcancé a comprender que el tiempo nunca se gana y nunca se pierde, que la vida se gasta, simplemente.
  • La madre superiora lo repetía cada dos por tres, hay que arrancar las ramas antes de que lleguen a troncos.
  • Entonces, como tantas otras veces en mi vida, grité con los labios cerrados, grité hacia dentro y hacia el mundo al mismo tiempo, grité sin mover un solo músculo de la cara, pero con los músculos del alma estrujados en un puño.
  • Había demasiado amor, tanto como el que yo podía dar, más del que me convenía. Fue demasiado amor. Y luego, nada.
  • Feliz es un adjetivo complicado, demasiado extraordinario. Si se repite pierde valor, en lugar de ganarlo.
  • Sabía que no era exactamente así, aquello no era verdad, pero la verdad también desaparecía, y yo seguía pensando lo mismo, y era agradable, me sentía alguien, segura, en momentos como ése, era curioso.
  • Al verle dormir a su lado, sólo podía pensar en una cosa; mañana quizás no lo tendré, mañana se habrá ido, mañana estaré sola en esta cama… Cada minuto pesaba, cada minuto importaba, cada minuto se dilataba hasta proyectarse en los límites de una eternidad pequeña, personal.
  • Todos los seres humanos se parecen porque son criaturas vulgares, muy sencillas, al fin y al cabo. Y entre las cosas que tienen en común, no está solamente el sexo.
  • Le amaba de una manera vaga y cómoda, sin esperanzas.
  • No dijo nada, seguía sonriendo. Alargó la mano y giró la llave de contacto. El motor se puso en marcha. Los cristales estaban empañados. Fuera debía de estar helando, una cortina de vapor se escapaba del capó. Él volvió a reclinarse contra el asiento, me miró, y yo me di cuenta de que el mundo se estaba viniendo abajo, el mundo se me estaba viniendo abajo.
  • Un buen escritor puede escribir sobre cualquier cosa y puede hacer literatura de cualquier tema y un mal escritor no tiene esa capacidad.
  • Por eso, sólo podemos afirmar con certeza que el todo es igual a la suma de las partes cuando las partes se ignoran entre sí.
  • Cuando sucedió, Santiago no se dio cuenta de que aquélla era la gota que colmaba el vaso.
  • Para escribir antes ha habido que leer. Empezar a escribir es una consecuencia de haber leído mucho, es como atravesar el espejo, como cuando Alicia atraviesa el espejo. Leer y escribir son actos especulares.
  • Esto es una ratonera. Cómoda, soleada, con vistas al mar, eso sí, pero una ratonera, quizás la mejor, y precisamente por eso, una de las peores.
  • Recuerda siempre lo fácil que es matar, y lo fácil que es morir, y no vivas con miedo a la muerte, pero tenla siempre en cuenta.
  • El tiempo pondrá cada cosa en su sitio, yo me moriré y tú te arrepentirás de lo que me has dicho hace un momento, pero hasta entonces no estoy dispuesta a perderte…
  • Porque nada une tanto como la clandestinidad compartida.
  • Desde pequeña siempre he querido ser escritora, yo no me recuerdo a mí misma queriendo ser otra cosa, porque desde pequeña lo que más me ha gustado en esta vida es leer.
  • Alguna imagen con las que me voy tropezando, casi sin querer, me avisa que tiene una historia detrás. Y lo que hago es darle vueltas a estas imágenes que prometen una historia hasta que logró encontrar una forma de abrirla, aunque no siempre ocurre.
  • Yo me dejaba apresar, una vez más, en la trampa del deseo ajeno, que a menudo se ha comportado como el más rabioso, pero traidor, acicate de mi propio deseo.
  • Yo no, yo nunca seré como usted.
  • La pasión escoge cuidadosamente a sus víctimas.
  • La alegría me había hecho fuerte, porque (…) me había enseñado que no existe trabajo, ni esfuerzo, ni culpa, ni problemas, ni pleitos, ni siquiera errores que no merezca la pena afrontar cuando la meta, al fin, es la alegría.
  • Entonces sería ella quien lloraría, ella quien se desesperaba, ella quien aprendería a pagar por sí misma el verdadero precio de las cosas hermosas.
  • La diferencia del erotismo y la pornografía, aparte de la etimológica, tiene que ver con la actitud del receptor del mensaje, tiene que ver con la actitud del lector.
  • Tú no me miras, porque no sabes mirarme.
  • Todos teníamos miedo, los ricos y los pobres, los cultos y los incultos, todos, mucho miedo.
  • Entonces pensó que el silencio pesa tal vez en quien calla más que la incertidumbre en quien no sabe.
  • Todos nos dejamos engañar a la vez, y no porque seamos tontos, sino porque las buenas personas son fáciles de engañar.
  • Los humanos son seres que desean y la desesperación les arrebata su propia esencia, los deseca, los destripa, los arruina, los expulsa de sí mismos por el camino templado y engañoso que conduce al destino de las cosas, al cansancio de los vegetales polvorientos, de los minerales enterrados e inertes.
  • Ha pasado mucho tiempo, me dirán, y tendrán razón, pero todos llevamos aún el polvo de la dictadura en los zapatos, ustedes también, aunque no lo sepan.
  • El miedo también excluye la dignidad, la generosidad, el sentido de la justicia, y llega incluso a perjudicar la inteligencia, porque altera la percepción de la realidad y alarga las sombras de todas las cosas. Las personas cobardes tienen miedo hasta de sí mismas.
  • La belleza es un monstruo, una deidad sangrienta a la que hay que aplacar con constantes sacrificios.
  • Cuando empezaba a trabajar, ya estaba cansada, pero eso era una ventaja y no un inconveniente. La rutina de la casa, los niños, las reuniones de padres de alumnos, los disfraces de Navidad, de carnaval, de fin de curso, las citas con los tutores, el calendario de vacunaciones y todo lo demás, la agotaba de tal manera que los días laborables no se lo parecían tanto.
  • Normalmente, cuando escribo una novela o una colección de cuentos, suelo partir de imágenes: ando por la calle y cada persona que no conozco la valoro como personaje; cada situación nueva, como argumento; cada lugar en el que no he estado, lo valoro como escenario.
  • Terminar una novela es algo dramático. Cuando más tardo en escribir los finales, más sufro. Lograr el final de una novela tiene algo de pulso, porque has podido con ella. Finalizarla es como si te desahuciaran de tu casa. Confieso que uno de los momentos más terribles de mi vida es el día siguiente de terminar una novela.
  • Pero, a veces, las cosas cambian. Parece imposible, es increíble, pero a veces pasa.
  • Soy tu opuesto, tu igual y tu contrario. Como un reflejo tuyo en un espejo.
  • El problema es que siempre he creído saber quién era y no estoy muy segura, en cambio, de saber quién voy a ser.
  • Yo solo quiero flotar, y por más que esté dispuesta a retorcerle el cuello al azar para conseguirlo, nadie parece dispuesto a pasarme la receta.
  • Mi vida, como una enorme caja de cartón envuelta en papel rojo, brillante, asegurado por docenas de cintas de colores que explotan en sofisticados lazos y serpentinas…Mi Vida, como un enorme paquete lleno de cosas al que apenas he pellizcado una esquinita del envoltorio.
  • Besos como túneles, como puentes, como lazos con dos nudos
  • Aún no me hacía preguntas porque no necesitaba ninguna respuesta.
  • La madurez en mi obra es que ahora cuando empiezo una novela la conozco al ciento por ciento. Tengo un cuaderno con la historia resuelta y la estructura cerrada, sé cuántos capítulos tiene, lo que pasa en cada uno e inclusive cuántas páginas va a tener y hasta ese momento no me siento a escribir. Pero luego hay una emoción inherente en la escritura, es una aventura y cuando te sientas escribir puede suceder, que lo que has decidido antes no te sirve para nada.
  • No hace tanto tiempo, en este mismo barrio, la felicidad era también una manera de resistir.
  • Lo extraordinario se hizo sencillo, lo complicado se hizo sencillo, lo bueno empezó a ser mejor, y el tres es un número par.
  • Yo nunca le fallé, pero eso no fue bastante.
  • Y estaba sola, me sentía sola, incapaz de hablar, que es quizás la peor forma de la soledad.
  • Porque la acción es enemiga de la reflexión y ya no podía pensar más.
  • Ser una mujer es tener piel de mujer, dos cromosomas X y la capacidad de concebir y alimentar a las crías que engendra el macho de la especie. Y nada más, porque todo lo demás es cultura.
  • La historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales.
  • Todos nos dejamos engañar a la vez, y no porque seamos tontos, sino porque las buenas personas son fáciles de engañar.

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